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El Eroski abandonado de Asteguieta

  • Iñaki Roldán
  • 19 may 2016
  • 2 Min. de lectura

Un marco incomparable, pero por la pereza de no querer compararlo con nada.

A caballo entre lo nuevo y lo viejo, lo actual y una canción de Chenoa, se encuentra este antiguo Eroski situado en el oeste de Vitoria-Gasteiz, a cinco minutos a pie del polígono industrial de Júndiz y a escasos metros de una patrulla policial que se encarga de vigilar que nadie derrape su Opel Astra en el vacío parking del Hipermercado.


¿Dónde aparcar? No hay problemas de estacionamiento, pero al aparcar procura evitar los grandes socavones del pavimento del parking, donde pequeñas familias Inuit hibernan durante el día escondiéndose del astro rey que, de vez en cuando, brilla en el cielo: aquel al que llaman "Akthun el brillante". También podrás encontrar algún ejemplar de rata común Rattus Norvegicus.

¿Dónde comer? En la antigua sección de congelados encontrarás trozos de pizza Casa Tarradellas de hace diez años. Pese a tener un aspecto pútrido (2 estrellas de 5) y un aroma hediondo (1 estrella de 5), su inexistente sabor (4 estrellas de 5) hará que se te haga la boca agua. Luego espuma. Para finalmente soltar una bilis color pardo que no te recomendamos aguantar en la boca. Bon appétit!

¿Qué hacer? Por la mañana una ruta en un viejo carro Eroski hará las delicias de tu espíritu más joven. Choca el carro contra las paredes desconchadas del edificio mientras gritas ¡Gerónimo! y te ves a ti mismo con treinta años, sin trabajo estable y subido en un viejo carro abandonado. Cuidado con las paredes, ya que hay clavos oxidados y no querrás morir de tétanos.


Por la tarde puedes delirar acompañando a Rufino, el difuso dependiente tuerto de la antigua sección de juguetes. Te hará una visita guiada por las viejas instalaciones y al final de la misma te obsequiará con un té en compañía de la rata presumida y Lucho, el muñeco amarillo de los Lunnies que alguien dejó abandonado. Pese a que ahora Lucho es solo una imagen desvanecida de lo que un día fue, aún no ha perdido su capacidad del habla, por lo que te contará viejas anécdotas de su programa y te mandará a dormir a las nueve, como ya es costumbre. No te asustes por el tipo que está debajo de él, es quien le mueve las manos: Lucho le llama “Sistema motor somático periférico”, pero tú le puedes llamar Eugenio.


Hacia las nueve y cuarto de la noche podrás escuchar los ecos de lo que un día fue el aviso de cierre, locutado por el loco, y ya fallecido, agente de seguridad Abelardo. Si quieres conocerle guárdate debajo de la chaqueta uno de los viejo Walkman que aún quedan en la sección de electrónica: te cacheará de arriba abajo y te obligará a abonar las 5 000 pesetas que costaba en su día. Cuando le digas que en Europa se cambió de divisa hace quince años desaparecerá sumido en un torbellino púrpura mientras grita “¡Comunidad Económica Europea!” en bucle. No te asustes, haz como que no ha pasado nada y sal de allí con normalidad.



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